Movimiento en el tablero. Santander rebaja su participación de un 49% a menos de un 10% en el proyecto Quasar, vehículo inmobiliario que comparte con Blackstone para la gestión de ‘ladrillos tóxicos’ procedentes de la compra de Banco Popular en 2017, según ha adelantado Bloomberg.
En el marco de una ‘operación acordeón‘ que tiene como objetivo sanear sus cuentas, el banco ha recortado su participación en Quasar. Concretamente, la operación consiste en una reducción de capital y una ampliación de capital simultánea, de forma que Blackstone, que ya poseía el 51%, ha alcanzado más del 90% de la propiedad del proyecto.
En agosto de 2017, la entidad bancaria comunicó el acuerdo de venta a Blackstone del 51% de la cartera de inmuebles adjudicados, créditos dudosos procedentes del inmobiliario y otros activos vinculados a la actividad del propio sector, procedentes del Banco Popular. Una de las mayores operaciones de la historia del real estate español.
En aquel momento, el valor de los activos traspasados a Quasar se situaba en unos 10.000 millones de euros, un importe que se redujo cinco años después, en 2022, a unos 4.770 millones de euros, según se extrae de las cuentas anuales de 2023 de Santander.
A cierre de 2022, Quasar contaba con pérdidas de 288 millones de euros, cifra que se reducía, frente a los ‘números rojos’ de 2021: 317 millones de euros.
Es el único movimiento que Santander ha llevado a cabo para simplificar su estructura en el mercado ‘servicer’. El pasado julio, se comunicó la venta a Intrum del 15% que la firma tenía en Aktua, y en octubre de 2023, daba a conocer su salida de doValue, donde también contaba con otro 15%.
Junto a Diglo, tanto Intrum como doValue han seguido gestionando las carteras de activos adjudicados de la entidad bancaria, pero sólo Diglo es propiedad 100% de Santander.