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La ‘Taxonomía Verde’ da sus primeros pasos en el real estate español

La 'Taxonomía Verde' reúne a distintas firmas del real estate español, que ofrecerán cuatro sesiones más especializadas al respecto.

La Taxonomía Verde da sus primeros pasos en el real estate español

Desde el 2020, y con la premisa de que el mundo financiero no puede quedar fuera del debate de la sostenibilidad, la Unión Europea estableció el Reglamento de Taxonomía de actividades económicas sostenibles. Con este reglamento, se definieron seis objetivos para determinar qué inversiones y actividades económicas son o no son sostenibles.

La taxonomía empieza a ser un KPI relevante y un marco de referencia en la actividad economía de las empresas. Para Leyre Echevarría Icaza, directora del área ESG de CBRE, «incluso para empresas que no tienen que reportar si cumplen o no con el reglamento, aumenta la liquidez de sus activos el que ahora validen si la adquisición de un activo es taxonómica o no». De hecho, la profesional asegura que CBRE cuenta con «bastantes portfolios que consultan que (el activo) es taxonómico para decidir, finalmente, si se invierte».

Precisamente, un estudio realizado hace un año por la compañía demostraba que, en el producto de oficinas, el valor de los activos sostenibles podría aumentar hasta un 10% en el centro de las ciudades como Madrid y Barcelona, respecto a los edificios no sostenibles. «Los inversores que perciben un portfolio como sostenible, tienen mas interés en esos activos y por lo tanto el valor de esos activos aumenta», señala Icaza.

De momento, no es obligatorio cumplir con la taxonomía, pero sí reportarla. Esta información debe incorporarse en el informe anual de gestión para empresas con más de 500 empleados, con un balance superior a los 20 millones de euros o con unos ingresos netos de más de 40 millones.

Según afirma Ricardo Pedraz, analista de finanzas públicas de Analistas Financieros Internacionales (AFI), «los inversores, también, deben informar de que parte de su cartera en cuanto a su facturación, sus capex, sus inversiones y sus gastos operativos están alienados con los criterios taxonómicos. A partir del Reglamento de Divulgación de Finanzas Sostenibles (SFDR), y frente a los activos relacionados con sostenibilidad, debe informarse a los clientes si hay algún tipo de vinculo o no con la taxonomía».

En unos cuantos años, se prevé que la taxonomía pase a ser de obligatorio cumplimiento, pero, por ahora, los esfuerzos se concentran en superar distintos desafíos. «La rehabilitación es el gran reto que tenemos, las nuevas edificaciones estarán alineadas con los criterios, pero ya tenemos un patrimonio construido, bastante amplio, mucho más complejo de llevar en esa alineación. Vemos clientes que se han marcado unas guías, pero asumen que como parte de este proceso van a tener que deshacerse de parte de su portfolio», comenta Marta Arenas Romasanta, Environmental & Social Impact Advisor de la Asociación de Empresas de la Construcción de Madrid (AECOM).

Adicionalmente, Bruno Sauer, codirector general de Green Building Council España, explica que «el 95% del mercado no está preparado porque no tiene datos, no están acostumbrados a recopilar datos, y aquí entra la palanca de medir, medir y medir». Frente a este escenario GBCe ha creado un portal de taxonomía para que las empresas introduzcan sus datos y puedan medir en el tiempo, centralizando la información para que puedan aplicarla a sus informes de ESG y verificarlos.

Es así como la taxonomía se establece como un indicador importantísimo, incluso desde la perspectiva de la tasación. «Se está empezando a percibir como un valor añadido el hecho de que los edificios sean sostenibles y sí que tienen un precio más alto en el mercado. Los fondos están más interesados en invertir en este tipo de activos», afirma Raquel Bueno, directora de desarrollo corporativo de Metrovacesa.

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