
«La innovación es fundamental para afrontar un cambio sistémico como la descarbonización«. Dolores Huerta, directora general de Green Building Council España (GBCE), alerta: «lo que no se espera es que una única tecnología o solución mágica vaya a ser suficiente para conseguir la descarbonización total antes de 2050; hay que activar todas las medidas innovadoras, incluso las que a día de hoy ni siquiera imaginamos».
A nivel social y económico, la descarbonización de los edificios tiene un impacto potencial muy alto. «Los planes recogidos en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima incluyen la rehabilitación de más de siete millones de viviendas antes de 2050«. Esto mejoraría las condiciones de habitabilidad de las viviendas de más de 15 millones de personas, un impacto necesario y positivo que requiere de la concienciación ciudadana, recuerda Huerta.
«El impacto económico es mayúsculo» por la inversión necesaria tanto en la descarbonización de la industria de los productos de la construcción, como en la rehabilitación del parque de edificios existente. En total, se precisaría la inversión de más de 200 mil millones sólo en viviendas, antes de 2050, aclara la experta.
«De cómo diseñemos las políticas de descarbonización, en especial la implementación de la última directiva de Eficiencia Energética de los Edificios, dependerá en gran medida que el impacto social sea positivo y que la inversión necesaria se convierta en una oportunidad de crecimiento económico ‘verde’ para nuestro país», opina Huerta.
Pregunta: ¿Qué papel juega la innovación y las nuevas tecnologías en la descarbonización del sector de la edificación?
Respuesta: La innovación es fundamental para afrontar un cambio sistémico como la descarbonización. Esta innovación, que no es solo tecnológica, también afecta a los modelos de negocio, de financiación o de la propia producción para la economía circular y la rehabilitación, donde los agentes involucrados no son los mismos que tenía el sector clásico de la construcción de edificios.
En el ámbito tecnológico, incluye por ejemplo la digitalización y la industrialización, con el objetivo de conseguir una edificación de menor baja huella de carbono y más flexible en su transformación y «circularidad».
El uso de productos de la construcción de base biológica como la madera, que se adapta muy bien a la construcción industrializada, es otra de las medidas que están generando nuevos avances, sobre todo en el campo de los edificios de bajas emisiones en todo su ciclo de vida.
Otros materiales que se consideran «tradicionales», como el hormigón y el acero, están haciendo grandes inversiones para reducir su huella de carbono, con tecnología que va del hidrogeno verde, a la captura y almacenamiento de CO2.
El paso de la consideración del edificio como mero consumidor de energía, a ente que produce, intercambia, almacena y utiliza energía, es también un cambio que requiere de innovación.
En definitiva, lo que no se espera es que una única tecnología o solución mágica vaya a ser suficiente para conseguir la descarbonización total antes de 2050, es decir que hay que activar todas las medidas innovadoras, incluso las que a día de hoy ni siquiera imaginamos.
P: ¿Cómo se comparan las medidas propuestas en el plan con las de otras iniciativas a nivel europeo, como el Pacto Verde Europeo o la Directiva de Eficiencia Energética de Edificios?
R: La Hoja de Ruta de Building Life, se pensó para apoyar la ambición del Pacto Verde Europeo, y por tanto coincide con muchas de las medidas que se estaban impulsando desde Europa. Sin embargo, ampliaba el alcance de la descarbonización a todo el ciclo de vida de los edificios, no solo el uso de estos, que es como se han desarrollado durante años todas las políticas europeas.
La EPBD ha recogido este aspecto en su articulado, dando un salto mayúsculo en cuanto a objetivos y alcance. Se alinea en gran medida con las medidas, hitos y propuestas de la Hoja de Ruta de Building Life.
En la rehabilitación de viviendas, los objetivos de la directiva son menos ambiciosos, en gran parte por la dificultad que entraña social y económicamente intervenir en ellas. Por ejemplo, las normas mínimas de eficiencia energética (MEPS por sus siglas en inglés), fueron abandonadas en el proceso de negociación, por ser de compleja aplicación en el mercado.
P: ¿Qué incentivos se ofrecerán a los actores del sector para que adopten las medidas necesarias para la descarbonización?
R: La Unión Europea diseñó un paquete de medidas para atraer la inversión a los sectores clave en la transición ecológica y energética. Su principal herramienta es la taxonomía de las finanzas sostenibles, un instrumento que trae claridad al mercado sobre las actividades económicas que se consideran sostenibles o de transición. Estas inversiones serán premiadas, por su bajo riesgo, o por los incentivos directos de la financiación y la inversión europea.
En el caso concreto de la rehabilitación de edificios, hay en la actualidad muchas subvenciones tanto europeas (Fondos Next Generation) como nacionales (Plan Nacional de Vivienda).
Además, algunas comunidades autónomas y ciudades tienen planes y fondos propios para incentivar la rehabilitación de viviendas, como País Vasco, Navarra, Madrid, etc. Sin embargo, esta política de subvenciones a fondo perdido, parece insuficiente para la gran inversión necesaria, en el futuro veremos más financiación favorable y menos subvenciones, que deberían enfocarse solo para aquellos colectivos vulnerables que no puedan hacer frente a la rehabilitación de otro modo.
P: ¿Cuáles son los principales desafíos para la implementación del plan Building Life?
R: En general el principal desafío es sobre todo social. No podemos implementar un cambio tan radical, que afecta al ámbito más íntimo de las personas como es la vivienda, sin su apoyo y su deseo de que este cambio ocurra.
Además, la inversión necesaria es muy grande y recae sobre millones de propietarios que tienen en sus viviendas su mayor inversión vital, y no tienen en mente que necesitarán invertir un poco más para convertirlas en viviendas cero emisiones.
Otro riesgo con el que trabajamos, es que Europa pierda a corto plazo competitividad en su industria, debido a las políticas climáticas. A medio y largo plazo, este desafío se puede convertir en una ventaja competitiva por nuestra independencia energética y el papel de liderazgo mundial en la lucha contra el cambio climático.
P: ¿Qué papel desempeñarán los gobiernos nacionales y locales, los desarrolladores, los fabricantes y proveedores en la implementación del plan?
R: Las administraciones públicas tienen un papel muy importante a la hora de dirigir las políticas de descarbonización, en sus tres estamentos, con distintas competencias, pero compartiendo la responsabilidad de llevar el liderazgo y desarrollar el marco estratégico y reglamentario que es imprescindible.
Aunque el liderazgo en este tema ha venido hasta ahora desde la Unión Europea, la implementación aplicada a las necesidades y particularidades de nuestro país son responsabilidad del Gobierno Nacional, a través del Plan Nacional de Rehabilitación, por ejemplo, o de la actualización del Código Técnico de la Edificación.
Los gobiernos autonómicos también tienen un papel fundamental, ya que son en gran medida los que tienen las competencias en materia de vivienda. Hasta ahora, salvo algunas excepciones (País Vasco, Castilla León…), han tenido un liderazgo discreto a la hora de impulsar la descarbonización de la edificación, especialmente mediante la rehabilitación.
Las ciudades, como administración cercana, tienen un papel decisivo de impulso, acompañamiento y liderazgo en la lucha contra el cambio climático. Siete ciudades españolas se han comprometido a alcanzar la neutralidad climática en 2030, facilitando y vehiculando financiación para proyectos entre los que se encuentra la rehabilitación masiva de viviendas.