La pasada semana, el Gobierno de coalición formado por PSOE y Unidas Podemos aseguró que adoptará medidas dentro de la reforma de la Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU) para evitar los desahucios por impago en el alquiler de las viviendas de los grandes tenedores en aquellas zonas con precios tensionados. Además, y mediante decreto ley, el Gobierno anunció la renovación de la prórroga a la moratoria de desahucios hipotecarios, una ley que nació en 2013 y que ha sido renovada con el paso de los años.
Los agentes del sector añaden que “el sector público está trasladando al sector privado la responsabilidad de dar respuesta a la problemática de la escasez de vivienda social”. Los Apis han recordado la experiencia del control de alquileres que se aplicó en España durante el franquismo, cuando “la larga duración del arrendamiento y la imposibilidad de actualizar la renta o su actualización de acuerdo con un IPC que no reflejaba la realidad, llevaron a una reducción y un deterioro más que constatable del parque de viviendas de alquiler”.
En su día, cuando se aprobó en diciembre del pasado año el decreto de medidas urgentes de alquiler (decreto17/2019), estos mismos organismos manifestaron que este decreto ley «entra en contradicción con la LAU y modifica sustancialmente el equilibrio entre los derechos y las obligaciones de las partes en los contratos de alquiler que determina esta ley».
El Decreto Ley comporta que la Administración afecta de forma ilimitada el conjunto del patrimonio inmobiliario residencial de aquellas personas físicas o jurídicas tenedoras de más de 15 viviendas, obligándolas a ofrecer una renta social por un periodo que puede llegar hasta los 14 años y calculada en función de los ingresos de los inquilinos en riesgo de exclusión social, sin tener en cuenta el coste de mantenimiento, funcionamiento e IBI que esté soportando la propiedad.
Ismael Kardoudi, director de Estudios de Fotocasa, advierte de que «las nuevas propuestas que el Gobierno está poniendo en marcha están 100% orientadas a los inquilinos y en ningún caso hay beneficio alguno para los propietarios, que si ven que cada vez tienen más dificultades en el mercado del alquiler o no tienen garantías legales que les abalen, optarán por no ofertar sus viviendas. Habría que encontrar medidas que fueran beneficiosas tanto para propietarios como para inquilinos».
Ante esta situación, hay sensación en el sector de que fondos, socimis y empresas se plantean ralentizar sus planes de inversión, muchos de ellos a gran escala y anunciados después del verano. Blackstone, el gigante del arrendamiento mundial, ha dado los primeros pasos en este sentido, y está deshaciendo sus posiciones en España, y no sólo la cartera de vivienda en alquiler, liquidando por el momento, los inmuebles que tiene fuera de las grandes ciudades.
La posición de algunas administraciones tampoco ayuda. El Ayuntamiento de Barcelona, tras posicionarse en contra del negocio de Azora en la capital catalana, ha anunciado a través de un comunicado, que ha presentado un expediente sancionador al fondo de inversión Vauras por no haber ofrecido alquiler social a seis familias que ocupaban el edificio Bloc Llavors hasta el pasado martes 2 de marzo. Y el Tribunal Supremo inadmite el recurso del Gobierno madrileño contra la sentencia del pasado 12 de diciembre de 2019, en la que el Supremo anulaba la venta de casi 3.000 viviendas protegidas que compró un fondo de inversión de Goldman Sachs y Azora a la Comunidad de Madrid.