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El Covid-19 deja lecciones también en arquitectura: edificios flexibles y más negocio en la periferia

Cinco arquitectos españoles de renombre creen imprescindible aplicar flexibilidad urbanística y menos burocracia para mejorar la ciudad tras la pandemia.

Photo by Manuel Peris Tirado on Unsplash

¿Cambiará el Covid-19 el urbanismo y la configuración de las viviendas? Cinco de los más reputados arquitectos españoles se muestran más bien escépticos sobre los posibles cambios en el diseño de la vivienda y las ciudades Postcovid 19, pero reclaman para ello más flexibilidad urbanística y menos burocracia para ganar en versatilidad.

En España, y según los datos de 2019 del INE, el tamaño más frecuente es el de vivienda con entre 75 y 105 metros cuadrados (7,56 millones), hay más de medio millón de viviendas de menos de 45 metros cuadrados, y las distribuciones son muy rígidas para adaptar los espacios a distintos usos. Y con la pandemia, se han visto las limitaciones de espacio y movilidad de las casas españolas.

El diseño interior y de elementos comunes se ven condicionados sobre todo por las distintas normativas autonómicas que regulan hasta los aspectos más nimios.

«En Navarra, por ejemplo, se obliga a instalar bidés en los cuartos de baño, un elemento en desuso que ocupa un espacio aprovechable para otros usos», explica irónico un promotor de la zona.

Lo ejemplifica muy bien Carlos Lamela, del Estudio Lamela, un mítico de la arquitectura madrileña que actualmente dirige el estudio creado por su padre Antonio Lamela, artífice, entre otros, de proyectos como las Torres Colón y la terminal T4 del aeropuerto Adolfo Suárez Madrid Barajas). «La versatilidad de los edificios es la clave y con la adaptación del recinto ferial Ifema a hospital en la pandemia hemos podido comprobarlo«, señalaba en un encuentro online SIMAPro HomeEdition.

«En la vivienda todo está inventado, solo tenemos que recuperarlo», precisa María José Aranguren, de Aranguren-Gallegos Arquitectos, abanderada de la vivienda social madrileña en Vallecas o Getafe, que se mostró muy crítica con la tesis de que el coronavirus traerá cambios en el diseño de la vivienda. “¿Qué pasa? ¿Vamos a tener que hacer un concepto de vivienda adaptado a cada nuevo virus, a cada cosa que tengamos que enfrentar? Pues no. Tenemos que hacer buenas viviendas, como siempre se han hecho. Tenemos que aprender mucho de la arquitectura de los años cincuenta”.

En su argumentación, la arquitecta menciona los ejemplos del racionalismo de Brasilia, o del madrileño Barrio de Salamanca, con sus casas “de portales espaciosos, sus piezas amplias y profundas y con unas azoteas pensadas para los niños”. Para Aranguren, la clave no está en inventar, sino en recuperar lo que ya está inventado y funciona. “Necesitamos que las promotoras confíen en nosotros, los arquitectos, que nos dejen avanzar un paso más allá en el concepto de vivienda”.

Al igual que Aranguren, Carlos Lamela cree que en el mundo de la vivienda todo está inventado. “Es muy difícil innovar, pero para hacer un buen proyecto se necesita un buen arquitecto y un buen promotor”. En su opinión, esta situación ha mejorado notablemente en los últimos años, no solo por la mejora en la formación de los promotores, sino también por el acceso a este gremio de “numerosos arquitectos, que aportan una visión de la vivienda completamente diferente”.

Sobre la ciudad

Rafael de La-Hoz, del Estudio Rafael de La-Hoz, arquitecto de la sede central de Telefónica, Torres Hércules, Repsol, Centro BMW, también minimiza la influencia que esta pandemia pueda tener sobre la concepción de las ciudades y las viviendas. «La transformación de una ciudad necesita consenso y tiempo, y es lo que tenemos que valorar». “

«Admiramos todo lo que no construimos. Admiramos Barcelona, pero nuestras ciudades se construyen según el modelo urbanístico de Dallas”, reflexiona. Este arquitecto ha sido también muy crítico con el papel que el Estado juega en la definición de las ciudades y de su renovación urbanística.

Lamela por su parte, argumenta que la reflexión derivada de la pandemia tiene que llevarnos a trabajar juntos para definir que es lo que queremos y evitar bascular «de la ciudad densa a la España vaciada, y de la defensa a ultranza del transporte público al coche», ironiza.

En este sentido, Lamela, que se mostró muy escéptico sobre la idoneidad de la Operación Chamartín -ahora Madrid Nuevo Norte- para la capital española, ha lamentado que Madrid haya perdido “en los últimos treinta años numerosas oportunidades para hacer un modelo de ciudad viable. El último acierto fue el ensanche de la Castellana”.

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Carme Pinós fue más allá, al reivindicar un proceso de reflexión sobre el modelo económico en el que estamos inmersos:»la extensión del teletrabajo que lleva implantándose desde hace tiempo no ha hecho las ciudades menos densas«, apuntó. Y también comparte la opinión de que la gestión de la crisis no tiene que enseñar «que si no hay colaboración no hay solución».

Para Gallegos, la ciudad “nunca desaparecerá. Cambiaremos nuestra manera de relacionarnos, pero esta crisis en algún momento terminará. En cambio, creo que esta pandemia va a impulsar una huida hacia la periferia lejana, no al extrarradio. Y esta tendencia sí será más duradera”. En su opinión, esta situación será un foco de nuevas oportunidades no solo de negocio.

Finalmente, de La-Hoz ha dibujado el verdadero panorama económico que se nos avecina. “Necesitamos menos Estado y menos regulación”, ha precisado. Pero en su opinión, esta pandemia lo que nos va a traer “es más Estado, y ya veremos si con menos regulación, aunque estamos empezando a verlo con la eliminación de algunas licencias en Madrid”, no sin ocultar ciertas reservas.

Lo que sí ha recordado es que el dinero que vamos a necesitar esta vez de Europa está destinado a sostenibilidad y vivienda, porque lo marcan las directrices de la Unión, como antaño los fondos estructurales fueron para transporte e infraestructuras.

“Lamentablemente, el dinero destinado a la vivienda no es rentable electoralmente porque sus réditos tardan en ser visibles. Quizás esto explique el hecho de que todavía no haya ningún organismo dedicado a supervisar a qué se va a dedicar el dinero que la Unión Europa nos va a conceder para llevar a cabo unas políticas más activas en materia de vivienda”, ha argumentado.

Menos burocracia

El trabajo además se ve dificultado por una burocracia asfixiante, opinión compartida por todos. “No podemos tener un plan general de urbanismo como el de Madrid que ni siquiera cabe en una habitación y que es el causante de nuestro desastroso modelo de ciudad. En otros países, este plan cabe en una A4. Hay que simplificar y, sobre todo, tener más sentido común”, planteaba Carlos Lamela.

Carme Pinós, de Estudio Carme Pinós, no ha querido dejar pasar la oportunidad para poner en valor la figura del arquitecto, en línea con lo expuesto por Aranguren. “Ahora parece que el arquitecto es mucho más cómplice del mercado, a pesar de que las ordenanzas estén basadas en una desconfianza absoluta hacia él”, ha dicho. Es esta situación, en su opinión, la que esta dificultando la realización de más vivienda social en España, ya que “la ingente normativa nos encorseta”. Pinós está inmersa en el desarrollo de 42.000 m2 de vivienda social en México, con el que creará un nuevo barrio.

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